Me pasaré la vida sabiéndome miserable si no acudes a mis brazos,
Si no tengo el longevo placer de sentir tu susurro amado en una tarde del gélido invierno.
Ven a mí alma querida.
Unámonos como en silencio, como lo hemos hecho a través de las vidas,
A través de los signos de esta efímera inmensidad conocida como tiempo.
Como el ácrono momento en que unimos
causalmente nuestros ojos por primera vez.
Y se detuvo el tiempo.
Y fue inmenso el tiempo.
Y empezó la dicha de buscarnos,
vida a vida.