Lectorsillos

viernes, 15 de noviembre de 2013

Tener una desilusion es un golpe inesperado de una persona especial. Estar estar en el mejor momento, haberte esforzado para llegar a la copa del árbol y que de repente te bajen de un hondazo. La primera desilusión es la más dolorosa, el mundo se te viene abajo y no encontrás tu lugar. Para las próxima vez ya vas a tener algo de experiencia, siempre supiste que podían llegar, estabas casi seguro de que no tardaría mucho en llegar la siguiente. Es que la primera dio el pie para el gran batacazo. Después de tantas recaídas pasás a tener desencanto.
Estar desencantado es como tener un parque sin color, un día soleado que sea gris, o las mejores flores pero marchitas. Ya no es lo mismo, a partir de la última emoción frustrada sos otra persona. No te reconocés ni siquiera sabés donde estás o adónde vas a llegar. Después de tantas veces caer y volverte a levatar ya preferís seguir en el suelo y que te levante el próximo que pase, o sino tranquilamente seguir ahí velando el lugar.
El desencanto es como una enfermedad. Te va quitando las ganas de vivir, de estar, de sentir. No sólo te va dejando opaco en el alma sino que vacío; sin esperanza. Ni el más mínimo estímulo va a lograr tu reacción.
Por favor no desesperes, no te vayas cuando te queda el último paso, porque hacerte de desencanto es la peor de las traiciones.