No hay un día que no me acuerde de todo. Se repite como una película en mi cabeza día y noche y no le puedo poner pausa. No puedo parar nada; estoy obligada a verla una y otra vez. Ya no quiero esto, quiero que termine. No estoy bien, no me siento feliz. Me duele el corazón desde lo más profundo. Hay una herida gigante que no se llena con nada.
Puedo pasar riéndome todo el tiempo, de fiesta en fiesta, festejando, creyéndome que es lindo estar vivo, pero la verdad no lo siento. Puedo intentar engañar al mundo entero y conseguirlo, pero ¿a mí?, a mí no me puedo engañar. Aunque sea en el fondo, sé que no soy lo que muestro. No estoy feliz. No vale la pena estar vivo para nada, no cuando hay un vacío inmenso que no se va a llenar nunca, o al menos no parece que lo hiciese.
No sé qué hacer para estar bien. Nada me llena. Quedé vacía. Soy un almohadón que un día cortaron al medio con un bisturí. Ya está, ya las plumas volaron, no están. Por más que lo remiendes ya nunca va a volver a estar como estaba. Se rompió. Murió en esencia.
Quisiera perder la memoria y volver a empezar. No recuperar nunca algunos recuerdos, esos.
Me duele tan intensamente el alma que no puedo respirar. Parezco fuerte y feliz a toda hora pero nada está más alejado de la realidad. Si me mirás con una sonrisa te devuelvo dos, pero son de mentira. No quiero reírme, no puedo, no me sale.
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